- Psicólogos y psiquiatras del grupo sanitario Ribera insisten en la importancia de la rutina, una alimentación saludable, ejercicio físico, un buen descanso nocturno, ayudarles a organizarse y acompañarles en los buenos y malos momentos
- Recuerdan que los primeros días de clase pueden aparecer síntomas como ansiedad, nervios, dolor de estómago y dificultad para dormir, que deberían desaparecer a las dos semanas.
Especialistas en Salud Mental del grupo sanitario Ribera recomiendan paciencia, escucha y apoyo de los padres a sus hijos en el inicio del nuevo curso escolar, así como recuperar cuanto antes sus rutinas. “Niños y adolescentes necesitan un entorno seguro”, asegura Pomba Liñares, psiquiatra y pediatra de la Unidad de Psiquiatría y Psicología Infantil y de la Adolescencia del Hospital Ribera Povisa (Vigo).
“Lo más importante es mantener la calma, escucharle y tener paciencia”, asegura la doctora Liñares, quien recomienda, además, hablar con el o la menor regularmente, “poniendo atención y no siendo crítico, pues puede que aumentemos sin querer la presión que siente, intentando validar sus emociones”. En la misma línea se expresa la doctora María Victoria Rodríguez Noguera, psiquiatra de la Unidad Infanto-Juvenil del Hospital Universitario del Vinalopó. “Los padres deben mostrar una actitud tranquila y no ansiosa con el hecho de que sus hijos comiencen las clases, a pesar de ver que sus hijos lo pasen mal yendo a clase”, asegura. El consejo que da esta profesional a los progenitores es la importancia de transmitir a o la menor que el colegio o el instituto “es un lugar enriquecedor, donde van a aprender y a disfrutar”. La doctora Liñares añade la importancia de “acompáñale para afrontar e intentar resolver los problemas cuanto antes y no dejarlos para más adelante”, además de alabar y apoyar sus esfuerzos. Nuria Lázaro, enfermera especialista de la Unidad de Salud Mental infantojuvenil delHospital Universitario de Torrejón, “no hay un manual de crianza ni instrucciones sobre cómo calmar a cada niño y seguramente cada padre ha desarrollado un conocimiento singular, para ser capaz de no perder los nervios y tranquilizarle en situaciones de estas características, que forman parte de una vida normal”.
Una vez empezado el curso y ajustados los horarios (muchos colegios tienen un horario provisional en septiembre), la especialista de Ribera Povisa recomienda una dieta sana y equilibrada que incluya cinco comidas al día; mantener un buen descanso nocturno; hacer ejercicio físico de forma regular; ayudar al menor a organizar bien las tareas y actividades, “dejando tiempo todos los días para actividades placenteras”; y enséñale estrategias para ayudarle a lidiar con la ansiedad, como organizarse su tiempo, sus materiales y cómo relajarse bajo condiciones de estrés.
Para la doctora Rodríguez Noguera, el tiempo estimado como normal para la adaptación “va entre 1-3 semanas, pero podría alargarse hasta 2 meses en casos donde los menores presentasen un trastorno emocional diagnosticado”. Además, apunta que algunos de los síntomas que pueden alertar a los padres de que la adaptación no está siendo buena pueden ser la tristeza y llanto en los niños y la irritabilidad, poca comunicación y el aislamiento social en los adolescentes.
La doctora Helena Diaz, jefa de la Unidad de Salud Mental del Hospital Universitario de Torrejón, apunta como síntomas de una mala adaptación a la rutina escolar van “desde una negativa a acudir al colegio, que viven como un entorno amenazador e inseguro, a molestias corporales como dolores abdominales fundamentalmente, alteraciones del sueño y angustia de separación. La doctora Liñares asegura que en niños más pequeños deberíamos estar atentos “si persisten las dificultades para ir al colegio y, especialmente, los lunes tras el fin de semana, o si observamos que se muestran excesivamente irritables, temerosos, tímidos, si están especialmente inquietos o muy aferrados al adulto”. En cambio, ya en niños más mayores, añade, “nos debería alertar si los observamos más preocupados, estresados o frustrados, o si se encuentran excesivamente reservados, distraídos y con dificultad para concentrarse”. También si están especialmente indecisos y evitativos o si comienzan a manifestar síntomas físicos, como molestias abdominales y cefaleas. Por último, explica la especialista de Ribera Povisa, “en la adolescencia debemos estar vigilantes si los observamos con excesivos cambios de humor, con mucha irritabilidad, con tendencia al aislamiento, a no querer comunicarse con nosotros o tb si aparecen crisis de ansiedad con palpitaciones, opresión en el pecho, dificultad respiratoria y sensación de mareo”.
Jorge Pernia, psicólogo de la Unidad de Salud Mental del Hospital Universitario de Torrejón, apunta también que “cuando el niño o adolescente no es feliz con el contacto y relación con los iguales en el ámbito escolar, puede surgir algún síntoma de corte depresivo, como tristeza, reticencia a ir al colegio o las molestias corporales y los síntomas antes mencionados y si se prolongan en el tiempo, es un buen momento para contactar con un profesional”. Para la doctora Noguera, cuando un niño o adolescente presenta un nivel de ansiedad que le impide acudir a clase. Y sobre todo, si estos episodios se repiten con frecuencia, añade la doctora Liñares.