Noticia publicada por El Diario de Ferrol
Con el descenso de temperaturas y las lluvias, toca afrontar definitivamente el cambio de armario, incluido el cajón del calzado. Dejamos atrás las sandalias para recuperar calcetines y zapatos cerrados.
La podóloga del Hospital Ribera Juan Cardona, Dánae Santiago, nos explica que en esta época se nota un aumento de las consultas, principalmente, por infecciones.
Dánae, ¿a qué atribuye este aumento de las infecciones?
Principalmente al mayor grado de exposición que tienen nuestros pies durante el verano. Pasamos más tiempo descalzos sobre distintas superficies, lo que incrementa el riesgo de pequeñas lesiones que rompen la barrera cutánea.
Además, el contacto prolongado con el agua, como ocurre en piscinas o playas, puede macerar la piel y disminuir su capacidad de protección. Un escenario muy habitual es el de las piscinas públicas, donde se observa con frecuencia el contagio del virus del papiloma plantar, entre otros microorganismos, que se desarrollan en ambientes cálidos y húmedos.
¿Qué síntomas deben llamarnos la atención para consultarlo?
Los principales síntomas de alerta son el picor, la irritación o enrojecimiento, la descamación de la piel, el mal olor, el dolor o la aparición de durezas inusuales. También debe consultarse si aparecen pequeñas lesiones que no cicatrizan o si hay sangrado o inflamación persistente. Ante cualquiera de estos signos, es importante acudir a consulta para un diagnóstico diferencial, ya que algunas infecciones pueden confundirse con callos u otras lesiones benignas.
¿Qué tipo de tratamiento requeriría cada tipo de infección?
Cada caso debe valorarse de forma individual. Es fundamental identificar la causa y tratar tanto la infección como los factores que la favorecieron.
Los tratamientos pueden incluir medicación tópica y oral (antifúngicos, antibióticos), tratamientos podológicos específicos como la deslaminación mecánica y aplicación de ácidos en el caso del papiloma plantar. Al mismo tiempo, se deben corregir los factores predisponentes como la humedad, el tipo de calzado o la sudoración excesiva. Abordando todos los aspectos se logra un tratamiento eficaz y se reduce el riesgo de recurrencia.
¿Qué cuidados básicos debemos aplicar a los pies para evitar problemas?
La higiene es la base de la prevención. Muchas personas no lavan correctamente entre los dedos o la planta del pie. Es fundamental:
- Lavar bien los pies con agua y jabón, frotando entre los dedos y la planta.
- Secar completamente después del baño, sobre todo entre los dedos, para evitar la humedad.
- Usar calzado transpirable y cambiar los calcetines a diario.
- Evitar caminar descalzo en duchas, piscinas o vestuarios públicos.
- No compartir toallas ni calzado con otras personas.
- Consultar con el especialista si se padece sudoración excesiva, para recibir orientación y posibles tratamientos.
También es aconsejable revisar periódicamente el aspecto de los pies, especialmente en personas con diabetes o problemas circulatorios, ya que son más propensas a sufrir infecciones o heridas que pueden pasar desapercibidas.
Mantener una buena higiene, utilizar calzado adecuado y acudir al podólogo ante los primeros síntomas son medidas clave para evitar complicaciones podológicas.
Las infecciones más comunes
- Infecciones víricas, como el papiloma plantar (causado por el virus del papiloma humano, VPH), que puede confundirse en ocasiones con una dureza.
- Infecciones bacterianas, como la queratólisis punctata, una infección superficial relacionada con la sudoración excesiva, la humedad y el uso prolongado de calzado cerrado; suele provocar pequeñas lesiones circulares en los dedos y planta del pie, además de mal olor.
- Infecciones fúngicas, como el conocido pie de atleta, que aparece en ambientes húmedos y se manifiesta con picor, descamación y mal olor entre los dedos o en la planta. Entre las diversas causas destacan el contacto con superficies contaminadas (duchas o vestuarios públicos) y el uso compartido de calzado o toallas sin una adecuada desinfección.
- También existen algunas causas fisiológicas, como el exceso de sudoración, el sistema inmunitario debilitado, la diabetes, etc.



