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    En una intoxicación cáustica, mucha agua y nunca vomitar

    Noticia publicada por El Faro de Vigo

    Las intoxicaciones accidentales por productos cáusticos son escasas, pero suceden. La doctora Rocío Salgado, que atendió al hombre que sufrió quemaduras al beber de una botella de agua con gas, da las claves de cómo actuar y qué se puede esperar

    Las intoxicaciones por ingesta accidental de productos cáusticos —químicos altamente ácidos o alcalinos que causan quemaduras o lesiones al entrar en contacto con los tejidos—, como la que sufrió Pablo González la semana pasada al beber de una botella de agua con gas, no son habituales. Pero suceden y conviene saber cómo actuar.

    ¿Cuántas se producen?

    El Servicio de Información del Instituto Nacional de Toxicología recibió en 2023 último año con datos publicado 56.708 consultas por intoxicaciones en humanos. 117 por cada cien mil habitantes. El 4,1% eran de Galicia. Tras la ingesta de medicamentos, que provoca la mitad, los productos de limpieza son el segundo motivo (16,8%), seguido por biocidas (7,5%), productos del hogar (6,9%), cosméticos (4,4%) e industriales (3%). El 85,2% fue por causa accidental y el 80,7%, a través de la boca.

    En los 19 años en los la doctora Rocío Salgado lleva trabajando en el Hospital Ribera Povisa, solo ha visto un caso pediátrico —hay que tener en cuenta que solo atienden niños por la vía privada— y, en adultos, el de Pablo González también «ha sido de los primeros».

    ¿Cuál es el perfil habitual?

    Algo más de un tercio de los intoxicados con productos de limpieza fueron en menores de 6 años. El resto de franjas de edad están a más distancia, pero la siguiente es, curiosamente, la de 40 a 49 años, que coincide con la de Pablo González, de 42. Suponen uno de cada diez casos.

    “Lo más frecuente es que sea en la edad pediátrica. En casa puedes guardar en botellas de agua restos de lejía, lo más habitual para desinfectar en domicilios. Los peques piensan que es agua y beben», explica la cirujana general y del aparato digestivo, y añade: «En los adultos es mucho más raro”.

    Los primeros síntomas

    «Me estoy quemando vivo por dentro», fue cómo lo describió el empresario de Salvaterra do Miño y a la doctora, que lo atendió, le parece la mejor explicación.

    ¿Cómo actuar?

    «Nunca provocar el vómito», advierte la doctora Salgado. Al regurgitarlo, el tóxico vuelve a pasar por el tracto digestivo dañándolo e, incluso, se han descrito lesiones en cara o tórax al vomitar. Tampoco se recomiendan los lavados gástricos. «Lo mejor, lo que hizo el paciente, beber mucha agua e incluso leche, que son pues productos que más o menos inactivan el ácido y los álcalis».

    ¿Qué gravedad tienen las lesiones?

    Casi la mitad de las intoxicaciones por cualquier sustancia son leves (47%). Incluso, más de una cuarta parte, asintomáticas (28,9%). Solo un 2,4% resultaron graves y un 18,8%, moderadas. La gravedad depende de la sustancia y, en las cáusticas, de la concentración y la cantidad.

    Mediante una gastroscopia, los endoscopistas clasifican lesiones según la escala de Zargar, en función de su color y profundidad. Lo hacen del 1 al 3, donde el 1 es lo más leve. Pablo tenía una 3A en el esófago y 3B en el estómago. «Más de la mitad del estómago era una capa negra de necrosis».

    «Tuvo suerte, porque fue una bajada rápida del líquido o que hizo que fueran de menor grado las lesiones del esófago, que tiene una pared muy finita; la del estómago aguanta mucho más».

    ¿Cuál es la peor situación?

    La perforación del esófago, difícil de coser por su delgadez. Y si sale el contenido del tracto digestivo se produce infección del mediastino, el tejido de la cavidad torácica. «Es muy grave y no podemos hacer muchas cosas. Es mortal», señala.

    ¿Cómo se cura?

    Lo primero es estabilizar al paciente y quitarle el dolor. A Pablo le hicieron un TAC para ver si había perforación. Si la hubiera habido y según las lesiones que vieran con una gastroscopia podrían optar por una endoprótesis —tubo de plástico para el esófago— si la mucosa estuviera bien. Si fuera en el estómago, lo operarían y, «si hay que resecar todo, se puede vivir sin él».

    Si las lesiones son leves —por debajo del nivel 3—, lo ideal es poner corticoides cuanto antes para evitar una cicatrización rápida que provoca más secuelas.

    Pablo no tenía perforación pero había riesgo de tenerla. No le podían dar corticoides por si contribuían a que le pasara. Le pusieron una vía central para nutrirlo por vena porque iba a estar de dieta absoluta, al menos, 14 días. También una bomba de perfusión de omeoprazol para intentar desactivar lo máximo posible el ácuro del estómago y permitir que la mucosa regenerara. «La necrosis se recupera, se desescama», explica. El mayor riesgo es por dónde se evacuan estas células necrosadas: si se van por el tracto digestivo, perfecto; si lo hacen por la sangre, la infectan. Una bacteriemia. Le dieron antibióticos para prevenir. Ahora se fue para casa ya con corticoides.

    ¿Qué secuelas deja?

    Depeden de cómo cicatricen las lesiones. En el caso de Pablo, tardarán en verlo dos o tres meses. Lo más habitual en estos pacientes es que necesiten dilataciones esofágicas de vez en cuando, porque al cicatriza se reduce el diámetro de este tubo —estenosis—. Si no funciona y no son capaces de tolerar ni una dieta triturada, pasan a cirugías mayores. A veces, como en casos oncológicos, quitan el esófago y crean uno nuevo con el estómago o el colon.

    ¿Qué no puedes volver a comer?

    Suelen necesitar una dieta especial. Es posible que no puedan volver a comer carnes rojas, si no se pasan por batidora. Tampoco otros alimentos como el pan blanco, que se hincha con la saliva en el tracto digestivo. Pero cada caso es diferente y se valora con el paso del tiempo.

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