Noticia publicada por La Voz de Galicia
«Teníamos capacidad para aguantar 40 horas a tope y podíamos estirarlo a 60», explican en Povisa; el grupo electrógeno y los depósitos de gasoil, claves
El secreto para que un hospital como Povisa se mantenga en funcionamiento cuando deja de recibir electricidad se encuentra encapsulado en el sótano 2. En una calurosa habitación aislada se halla el grupo electrógeno, un motor que genera electricidad y que se alimenta de gasoil. Miles de personas estaban dentro de un quirófano, de una consulta con el médico o de una máquina de tac o resonancia este lunes a las 12.32, cuando se produjo el gran apagón en España. Los grupos electrógenos permitieron que el sistema sanitario respondiese.
En Povisa, el mayor hospital privado de Galicia y el único que tiene asignada una parte de la población del Sergas (114.000 personas), el grupo electrógeno tardó cuatro segundos en empezar a funcionar. Ese lapso lo cubrieron los sistemas de alimentación ininterrumpida (SAI), que son baterías que dan servicio a los aparatos críticos, como los respiradores o las salas quirúrgicas. El hospital nunca se paró.
«Tenemos una capacidad de 40 horas de suministro en condiciones de máxima carga con el combustible que tenemos almacenado », explica el director de servicios generales de Povisa, Alfonso Pimentel. En pocos momentos de la semana hay mayor actividad que un lunes a mediodía: es el momento con más urgencias; los quirófanos y las consultas están llenos, y los aparatos de pruebas radiológicas se encuentran a pleno rendimiento. Pero el hospital activó desde el primer momento protocolos para aguantar más tiempo en caso de que fuera necesario.
Eran horas de incertidumbre. «Recomendamos no usar los ascensores, apagamos las climatizadoras de confort, las luces… La colaboración fue masiva. Creo que habríamos podido estirar el suministro hasta 60 horas», dice Pimentel. También se paralizó uno de los dos tacs, que son los aparatos que más consumen, y se reprogramaron las operaciones no urgentes.
Nadie lo percibe, pero, durante un rato de casi todos los domingos, el Hospital Ribera Povisa suele quedarse sin suministro eléctrico externo. Se conecta al grupo electrógeno para comprobar que este equipamiento va a estar siempre disponible cuando haga falta, ya que las crisis llegan sin llamar a la puerta. El domingo es el día con menos actividad en los hospitales, pero la prueba se hace con el centro funcionando, con decenas de pacientes ingresados en planta y en la uci.
En realidad, existen dos grupos electrógenos en el centro sanitario. Hay uno que entra en funcionamiento cuando la conexión eléctrica se pierde, como sucedió el lunes. Puede soportar el 100 % de la carga. Pero hay otro grupo más que sirve de respaldo por si el primero falla. Ambos están en el sótano 2 del hospital, pero en habitaciones separadas: si hay un incendio en una, la otra está aislada. Las salas que los albergan permanecen a una temperatura cercana a los 40 grados, lo que garantiza que entren en funcionamiento de manera casi instantánea.
Los dos grupos electrógenos comparten depósitos de gasoil. Tienen capacidad para 10.000 litros y siempre tienen 8.000 almacenados. «Cuando arrancamos, ya fuimos hasta O Porriño a nuestro suministrador habitual para pedir otros 2.000 litros. Fuimos en persona, porque no lográbamos contactar por teléfono », explica el directivo. A las seis de la tarde, el depósito ya estaba lleno. La idea era seguir reponiendo el gasoil en caso de que el apagón se mantuviese, para garantizar el suministro. Pimentel calcula que se emplearon un millar de litros de combustible mientras el hospital estuvo dependiendo del grupo electrógeno.
Pero la energía depende de más cosas. La lavandería del hospital tenía ropa para tres días, la cocina podría haber elaborado alimentación para siete, y los depósitos de oxígeno también tenían para una semana. «Mantener el hospital es un trabajo de equipo», dice el directivo.